Las flechas de la ruta indican el norte y Clota las sigue sin parar, ya para esta altura, intercalando la nafta de 84 octanos abaratando los costos…
El camino nos lleva a Paracas, nos lleva a la costa, nos lleva al océano nuevamente, pero mientras la llegada del agua… puro desierto, arena y curiosidades: como plantaciones en el medio de ese desierto y de esa arena que a simple vista parece un paisaje sacado de El Principito.
Así fue como de la nada apareció, El Choco, Paracas, otros de los puntos marcados por Olivia, la gran Olivia. Pueblo pequeño, a la rivera de la ruta, donde la excursión a las Islas Ballestas lo es todo para el lugareño y su pequeña ciudad.
Llegamos relativamente temprano pero la búsqueda de camping y/o estacionamiento y/o plaza segura, hizo que la noche cayera pronto y la búsqueda terminara en un hostal con precio rebajado y con estacionamiento interno.
Allí la comida se hizo complicada… cocinando en Clota y pasando la comida sin ser vista a la habitación… y de paso la lavada de tanda de ropa mas larga de la historia… había que aprovechar el baño propio! Confirmamos una y otra vez a lo largo de esta travesía, que existe un antes y un después en la vida de cualquier persona, con la llegada del lavarropas automático!!!
Así llegó el cansancio y con él, el sueño. Al día siguiente, luego de una charla acogedora con la dueña del hostal, nos dirigimos directamente a la rambla donde los supuestos turistas pasarían una y otra vez antes y después de su excursión y así comprarían obsequios y recuerdos a los muchos artesanos que hay por estas zonas… y decimos supuestos porque a raíz del penoso terremoto que había azotado a Chile días atrás, Paracas sufría ahora una amenaza (exagerada) de tsunami, lo cual producía que la graaannn maza de turistas no arribara como lo planeado.
Sentíamos que siempre nosotros llegábamos en tiempo equívoco a los lugares fructíferos para la venta de fotos. Pero no importaba, la intención seguía firme, y así fue que tratando de vender fotos y tomar mate a la vez, nos topamos con una gran persona, llamada Richard, un “busca” hecho y derecho, que viajando ciudad por ciudad vendiendo sus mercaderías, que en esta temporada tocaba ropa batic, vive el día a día con la mayor pasión y amor propio; él nos regaló sonrisas, historias, consejos, ideas, cervezas, binchas, pañoletas y la invitación a su casa para cuando pisemos su ciudad, la ciudad de Lima!!!
Así pasó la tarde, viendo atardeceres y barcos, aves y personajes, colores y aromas.
Resumiendo… luego de ver de día la ciudad y su movimiento tranquilo, decidimos dormir en Clota en la puerta del club de yate de la ciudad, a la orilla del muelle, donde el sereno muy amablemente nos prestó su baño y nos halagó nuestro vivir!. Pero el sueño duró poquito, porque a las 6 el despertador sonó con fuerza, y todos arriba a trabajar!!!
La mas adinerada del grupete, o sea la última en llegar, optó por ser una turista mas, y realizó la excursión, mientras que los otros dos, destinaron su mañana entre venta y producción de nuevas fotos!.
Fue así que partimos, dejando artesanos, pero llevándonos consejos e invitaciones a casas propias. Quizás volvíamos, quizás no. Por las dudas, muchas gracias a todos.
Entramos a la Reserva Nacional de Paracas, abonando 5 soles cada uno, y en tan solo 10 minutos supimos que no regresaríamos a El Choco. El lugar nos fascinó. Las dunas de arenas amarillas se dibujaban en el cielo azul; las huellas del camino, las aves y los barcos de colores en su laguna interna llenaron nuestros ojos de belleza.
Armamos nuestro puestito en la zona de restaurantes, pero la venta fue nula con la escasez de turistas, entonces luego de almorzar, nos dispusimos a transformarnos nosotros también en turistas y visitar esta hermosa reserva.
Amaneció y una rica ducha en los servicios del museo y un refrescante desayuno…! nos enseñaron el camino a seguir, visitar los lugares que aún no conocíamos de la Reserva, y partir…
Así fue como llegamos al mirador de los lobos marinos, la famosa “catedral”, una formación rocosa, ya derribada por la fuerza del océano, y un bellísimo atardecer que no nos dejó separar la vista de él hasta que el sol finalmente desapareció, lo que provocó que llegara una nueva noche y con ella la decisión de dormir nuevamente en la Reserva, ahora junto a la laguna, frente al puesto de vigilancia y control natural del Parque.

