jueves, 6 de mayo de 2010

TOMO XXIX EN PERU… Moquegua: No hay mal que por bien no venga. // 12-16 Feb 2010

Amaneciendo en el grifo amigo, y luego de obsequiar un poco de yerba a un uruguayo radicado en el Perú, sediento de mate, emprendimos retirada decidiendo pasar por la vecina ciudad de Moquegua a dar un vistazo y seguir los pasos hacia Arequipa. Pero el destino tenía otros planes.

Llegamos a la plaza de armas (la plaza principal de cada pueblo) de Moquegua. Desayunamos contemplando la vista y los jardines, visitamos una de las casas tradicionales de la ciudad, una de las casas coloniales más antiguas que resistió a terremotos y temblores, conocimos a dos de sus dueños y luego de una charla enriquecedora y compra de productos regionales, nos dispusimos a almorzar otro menú de los 365, esta vez en un restaurante marino.


Llego el momento de partir pero nos esperaba una gran sorpresa: Clota había estado llamando con su sirena y nosotros no la escuchamos. Personas aburridas de ser buenas decidieron cambiar de hábitos rompiendo las alas de Clota, revolviendo su interior para luego llevarse consigo cosas de gran valor tanto monetarias como sentimentales y de trabajo.
Qué poder hacer en un país extraño cuando sucede un robo, qué hacer cuando la bronca te invade y no hay donde descargarla, qué poder hacer cuatro jóvenes extranjeros en un pueblo pequeño cuando te han violado tu “casa”, tus cosas y tu seguridad.

Allí, en esos momentos, fue donde pudimos descubrir al gran corazón que tienen los peruanos (dejando de lado a los inadaptados que podemos encontrar en cualquier parte del Planeta Tierra).

Allí, mientras los hombres del grupo se dirigían a hacer la respectiva denuncia, las mujeres del grupo fueron acompañadas por uno de los dueños de la Casona Tradicional (que se enteró porque la comisaría quedaba de paso por su vereda) conocido tan solo 30 minutos atrás, a desahogar la bronca en su acogedor restaurante/hogar.

Allí estas personas abrieron su corazón, su alma y su casa para contenernos y aconsejarnos como 4 hijos más de la familia. Allí Pocha, Pepe, Mela, Diego y flia. nos dieron todo y más.

La denuncia tardó entre huellas y declaraciones y, esperando buenas noticias para el día siguiente, llegó la noche y con ella el regalo de una cena caliente y un techo donde dormir.

El día siguiente amaneció con un desayuno esplendido, con alimentos desconocidos para nuestro desayuno convencional. Aún más, Pocha, nuestra mamá postiza, además de compartirnos su alimento y su techo, además de todo eso nos obsequia algunas cosas del neceser perdido… el agradecimiento seguía… la familia Ibárcena Balbuena no paraba de abrigarnos con su calor…

El día continuó entre policías y más declaraciones y mientras tanto y como si fuera poco nos dan un espacio en el restaurante para exponer y vender las fotos y así recuperar algo de lo perdido el día anterior. Y gracias a la expo tuvimos el placer de conocer a Betty: una mujer simpática y activa que vive en Lima pero que esta construyendo su casa en Moquegua destinada a un retiro laboral feliz y tranquilo. Ella nos compró fotos y más tarde compartió con nosotros un riquísimo “piqueo”, despidiéndonos con la invitación por parte de ella de un recorrido por las distintas bodegas de pisco que circundan la ciudad, para el día siguiente.
Llegó la noche y nuevamente la flia. Ibárcena nos alojó en su Casa Tradicional y, entre historias de fantasmas y cuentos fantásticos nos fuimos a dormir. Para cuando nos despertamos el desayuno estaba nuevamente servido, sin poder siquiera retribuirlo con trabajo; lo tomamos con mucho placer y de allí derechito a recorrer las bodegas, propuesta que Betty cumplió y nosotros super agradecidos.

Así pasó la mañana… entre piscos y vinos, y luego Betty completó la tarde con la invitación a almorzar platos típicos de aquí.

Para la tardecita teníamos tarea programada: junto con la ayuda de Betty prestando su casa a medio construir y parte del banquete, preparamos un asado en pequeño agradecimiento tanto para Betty como para la flia. Ibárcena. Era algo mínimo, muy mínimo comparado a todo el amor recibido.
Así pasamos una linda noche entre gente querida y una invitación a quedarnos en su jardín durmiendo con Clota placidamente, para que pasemos nuestra 3ra noche esperando noticias positivas.

Llegó un nuevo día, con mucho calor, y justo para tratar de sofocarlo Marco, un guía local y buena persona que sabía nuestra historia (ya para esta altura todo Moquegua conocía a estos 4 argentinos!), nos invita a una pileta para refrescar el alma.

Luego nos llevó a recorrer otra bodega para luego regresar a la ciudad, porque en ella teníamos planes ya: Betty nos había invitado a cenar a su casa nuevamente, junto con un invitado de ella, el director del Museo local. Pasamos una noche agradable entre historias y anécdotas.

Hacia el sueño el grupo se dividió para no seguir invadiendo vidas ajenas, durmiendo algunos en un lugar y otros en otro.

Esta noche era la decisiva. Las noticias positivas del robo no llegaban y las indagaciones de la policía mientras que Clota seguía por ahí dando vuelta, daba que pensar.
Cada uno de nosotros recostó su cabeza en la almohada con algo en que pensar y decidir…
La mañana llegó y, luego de un nuevo bolsón de regalos y cosas para vender para así poder ganar dinero, por parte de la flia. Ibárcena, se pasó por una última visita a la comisaría. Allí se tomó la decisión de partir. Pero uno de nosotros tenía mas esperanzas, entonces tomando la decisión de quedarse “unos días más” para “presionar” a la policía, Nico tomo parte de sus cosas dejando a Clota y al grupo (repito) “por unos días” para luego reencontrarnos en la próxima ciudad. Fue un abrazo raro y un hasta pronto aún más raro, pero fue así, en la plaza de armas, un medio día de sol.

Por lo pronto, en esos momentos negros, en esas rachas de descuido, en esos descuidos confiados, en esa bronca inimputable, allí en ese rejunte de sensaciones surgen las visiones positivas, el yin y el yan, el “que se yo”, porque de una desgracia material y emocional surgió el conocimiento y encuentro de seres especiales como la flia Ibárcena y Betty, que nos abrieron sus hogares, compartieron sus alimentos, entrecruzaron sus vidas a favor a las nuestras, nos dieron todo lo que estaba a su alcance y más para que estos cuatro argentinos se sintieran más protegidos, amparados y amados que nunca.

Así es como se justifica el “no hay mal que por bien no venga”.
Así es como nosotros vemos ahora este robo penoso convertido en la mejor oportunidad de conocer a estas personas todo corazón.
Así es como nos despedimos, tres de nosotros, de esta bella ciudad de Moquegua, con el deseo de volver y poder agradecer de mil maneras todo el amor recibido.

1 comentario:

José Ibárcena Balbuena dijo...

Pibitos los quiero, no lo olviden... los quiero como si fueran mis hermanos...