Es una consigna lugareña o un parecer propio, pero da la impresión que los últimos asientos de los micros están guardados siempre para el turismo, entonces cumpliendo el mandato implícito, nos destinaron los últimos tres para uno de los traqueteos mas memorables en la historia de los traqueteos.
Luego de presenciar el enojo de una chola por la venta “aclarada” y posteriormente no aceptada, de un “lugar en el pasillo", el micro procedió a comenzar su travesía que perduró por ocho horas, entre lluvias internas del micro y paradas innecesarias.
Solo se contará, y dejará para la imaginación el resto por el bien común, que lo mejor de todo fue no haber cenado.
El arribo fue a las 5 de la mañana a Potosí. Allí nos esperaba la flamante terminal que fue nuestro hogar/cama por dos horas hasta que la ciudad comenzara su vida. Sin embargo la vida de la terminal comenzó mucho antes con los “buenos vendedores” bolivianos que, por la competencia apabullarte de compañías, comienzan con gritos continuos disparando sus destinos cual remate de pertenencias de Michael Jackson. Esto nos provocó una adelantada partida saliendo en búsqueda de alojamiento demasiado temprano, lo que desencadenó una espera de 1:30hs en el garaje de un alojamiento que, agregando caritas de perritos mojados, dio su recompensa, logrando un “Residencial” cómo y accesible. Y como seguimos creyendo en el Yin y el Yan, gracias a esta espera nos enteramos que a las 10 de la mañana habría un evento histórico para la ciudad: el arribo del presidente Evo Morales para la entrega de bastones de mando a los nuevos dirigentes indígenas de la ciudad. Este evento fue abierto al público en general, lo que provocó que nuestros flamantes fotógrafos pelaran credencial inexistente (con sus cámaras profesionales bastaba) y entraran al habitáculo de fotógrafos internacionales, ahí pegadito al palco oficial!. Resumiendo: fue un espectáculo lleno de colores, olores y aprendizajes locales, donde no faltaron las flores plásticas para recibir a Evo, los juguitos en bolsa, las gelatinas, los sándwich de fiambrín y pollo, los helados de mango, maníes, tutuca, pistachos, papel picado, globos con formas, he infinidades de “maravillas” más. La fiesta terminó para nosotros pero el pueblo siguió con flores y banda para la plaza principal.
Seguimos conociendo la ciudad con sus subidas y bajadas, y aquí es donde comenzamos a observar cada vez más la presencia del español en tierras sudamericanas. Las plazas y edificios circundantes, las calles angostas y (algunas) sin veredas, los balcones de madera sobresaliendo de la edificación, las luces navideñas, los antiguos arcos que rodean parte de la plaza, lo cuales antiguamente servían como barreras de separación para los indígenas, pudiendo pasar solo los españoles, toda la ciudad adoquinada y con faroles iluminando el centro. Fascinados comimos y a las diez de la noche, porque todo cierra, nos fuimos a dormir.
Y mientras unos trabajan duro otros vuelven al residencial a comer, a descansar, a asimilar todo lo vivido y a prepararse para un nuevo día donde les espera un nuevo viaje en micro.
Dejamos una ciudad llamativa y cautivante, Potosí, para aventurarnos a la capital del país, Sucre.
1 comentario:
A La pipetua, si que la pasaron a lo loco por esos pagos...!
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